Hoy quiero compartir una enseñanza que tuve el privilegio de escuchar y que dio a mi vida insumos para convertirme en una carta de recomendación para quienes me rodean.
Le invito a leer 2 Corintios 3:1-8, un texto con una exhortación a nuestra vida. Esta exhortación nos prueba que, aunque fue dada a otras y otros, es palabra viva en nosotros actualmente, ¡ya que la palabra de Dios no tiene vigencia!
Este llamado fuerte que se hace a los creyentes (pues somos los privilegiados en comprender su palabra) debe permitirnos evaluar tres áreas, la familiar, la laboral y la comunidad.
¿Cómo podría evaluar que buena carta soy en mi vida familiar? Bueno la primera muestra de la calidad de cristiano que somos debe reflejarse en mi entorno inmediato, mis hijos, hermanos, padres, familia. Ahí mis frutos deben estar a la misma altura que mi fe. Es dentro de nuestras familias que debe reflejarse lo que Dios hace día a día en nosotros. Y dice la bendita palabra de Dios “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres”.
¿Y en mi trabajo, me recomiendo a sí mismo o soy una carta leída?
Y este sin duda es un campo en que todos debemos mejorar, pues es el espacio donde con nuestro testimonio podemos conquistar más almas inconversas para Cristo, porque como dice el refrán las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra. Nuestra relación con Dios debe convertirnos en vitrales, de manera que nuestro decir, hacer y profesión de fe, estén en la misma frecuencia.
Y nuestra tercera área es nuestro nicho comunal o sea el lugar donde vivo, donde he crecido. Y entonces debemos preguntarnos: ¿Qué leen en mí mis vecinos, amigos y conocidos? ¿Será mi forma de proceder congruente con la fe que profeso?, estaré al relacionarme con otros en la misma sintonía de Cristo, porque estar en sintonía con Cristo, permite que queden expuestas algunas cualidades que hacen la diferencia: un vocabulario que edifique, una forma de vestir que refleje el respeto hacia la casa del Espíritu Santo, los hábitos de oración y lectura, entre otros frutos.
Hoy debemos recordar que ya nosotros hemos sido recomendados ante el padre, nuestra recomendación la escribió Jesucristo en una cruz, su sangre fue la tinta y el cuaderno su corazón.
Por eso oramos al Señor diciendo:
Padre, reconozco que soy tu hijo (a) quiero ser una carta sin mancha ni corrector, dame la fuerza, la fe y la convicción para que mi vida sea la mejor carta de recomendación para los que aún no te conocen , Así sea!